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MENSAJE
DOMINGO 12/11/2017
Por el Hno. Gabriel. -
Introducción
Continuando con
nuestro breve y apasionado estudio de la carta a los Romanos, abordaremos el
contenido doctrinal del capítulo 7, un
capítulo que ha generado cierta confrontación y debate por las diferentes
posturas que existen respecto a su interpretación, y vamos a abordarlo dentro
de su contexto para tener un panorama mucho más claro de lo que Pablo viene
hablando.
Introducción y Contexto
Contrastar la
“justificación por obras” con la “justificación por gracia”, mostraba la
ineficacia de la ley y finalmente la anulaba como el medio de rescate para la
humanidad, el problema con esta realidad era la mala interpretación de algunos
judíos legalistas los cuales consideraban que si la ley era desplazada por la gracia
de Dios entonces el hombre no tendría parámetros para vivir en santidad sino
tendrían licencia para pecar desmedidamente, sin embargo, lo que no podían ver,
era que por medio de la justificación por gracia, también se obtenía la regeneración
de nuestra naturaleza pecaminosa, cosa que la ley no otorgaba, porque la gracia
le proveía también al hombre un sustituto en vida, el cual es el Espíritu Santo
de Dios, que asegura la regeneración y vida santificada en nosotros. Entonces,
Pablo va a mostrar, que ser adentrado a la justificación por gracia implicaba
primeramente muerte de nuestra naturaleza carnal y pecadora por medio de Cristo
en la cruz (Ro 6:6-7), para andar en
una vida nueva la cual es la vida de Cristo en nosotros, una vida sin pecados.
Dos palabras importantes
en el capítulo 6, son las del verso 17; una es la palabra “forma”, que tiene que ver con “molde”,
y otra es la palabra “entregar”, que
tiene que ver con “encerrar, apresar”,
y podemos leer también así; —han obedecido de
corazón a aquel molde de doctrina en
la cual fueron encerrado, o apresado—
vale decir que creer en la gracia de Cristo nos conforma, nos encierra en el molde de la doctrina de Dios, y por eso crecemos
en la forma de Cristo.
Ahora, otra verdad
que Pablo va a explicar respecto de la ley es la jurisdicción, la autoridad y
dominio que ésta ejercía sobre todo judío, dicho de otro modo, los judíos debían
obedecer las demandas de la ley para recibir las bendiciones de Dios (Dt 28:1-14), de lo contrario quedaban encerrados
bajo la maldición de la ley por su desobediencia (Dt
27:14-26), de eso se trataba el pacto de Dios con ellos, y desde el
momento que ellos confirmaron dicho pacto se constituyeron deudores a las
demandas de la ley, y el pecado tomando ocasión por la ley trajo sobre ellos
toda la maldición de la ley por su desobediencia, eran reos de muerte, destinados
a la ira de Dios, sentenciados a recibir toda la maldición de la ley como retribución,
y no podían escapar o esquivar tal sentencia, era una deuda que habían
contraído con la justicia de Dios. Entonces, el otro conflicto a resolver era
¿Cómo hacían los hombres para librarse de esta deuda de maldición que habían
contraído por medio del pacto de la ley para ser justificados por gracia? La
respuesta que Pablo nos ofrece a partir del capítulo 7 es “la muerte”, la muerte es la única vía de escape para que la deuda
caduque y quede sin efecto.
Romanos 7:1
¿Acaso ignoran, hermanos (pues hablo con los que conocen la ley), que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que éste
vive?
Que la ley se
enseñoree del hombre significaba que tenía autoridad sobre los hombres, a eso
se le llama jurisdicción, porque la ley era la
orden de parte de Dios de cómo debía vivir cada hombre, y obviamente, tal
jurisdicción se aplicaba sobre la vida de todo hombre, pero muerto el hombre, la
ley ya no tenía jurisdicción sobre el cadáver, su jurisdicción se acababa con
la muerte del deudor.
2 Porque la mujer
casada está sujeta por la ley al esposo
mientras éste vive, pero si el esposo muere, ella queda
libre de la ley del esposo. 3 Así
que, si en vida del esposo se uniere a otro varón, será llamada adúltera, pero si su esposo muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro esposo, no será
adúltera.
A fin de explicar
cuáles eran los límites y hasta donde operaba la ley sobre los hombres, Pablo
expone esta sencilla analogía para darle sentido a lo que viene exponiendo; allí
se nos muestra que la ley que rige sobre una mujer casada, la cual prohíbe que
se involucre con otro hombre porque de lo contrario comete adulterio, tal ley queda
sin efecto cuando muere el conyugue, de modo que si se une a otro hombre ya no
es acusada de adulterio, sino que la muerte del marido la libro de esa ley permitiéndoles
casarse de nuevo.
Por otro lado, hay cierto
conflicto respecto si este pasaje se aplica de forma literal a los matrimonios
de hoy o solo es citado como un ejemplo extraordinario para este caso en
particular, porque si tiene aplicación hoy, entonces, en un sentido literal una
mujer divorciada no estaría en condiciones de volverse a casar, de lo contrario
sería adultera, la única condición para el re casamiento sería la viudez, pero,
en fin, no es el punto que queremos mostrar, solo sembramos la inquietud.
4 Así también
ustedes, hermanos míos, han muerto a la ley
mediante el cuerpo de Cristo, para
que sean de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto
para Dios.
Esta es la
aplicación práctica y doctrinal de la analogía citada, el creyente que ha
puesto su fe en Cristo a muerto para la ley, y al morir a quedado libre de toda
la deuda que tenía con ella, dicho de otro modo; todo aquel que cree en Cristo
a muerto a la condenación y maldición de la ley, del mismo modo que a la mujer
viuda no se la puede acusar de adulterio si se vuelve a casar porque tal ley ya
no opera en ella, así también, la maldición de la ley ya no opera en el
creyente, ya no tiene jurisdicción porque ha sido librado de ella por medio de
morir en Cristo, y el sentido de nuestra muerte en Cristo no es una simple alegoría,
es casi literal, a excepción de nuestro cuerpo físico, todo lo demás tiene que
haber muerto en nosotros.
Gálatas 3:10 Porque
todos
los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, puesto que escrito está: Maldito todo aquel que no
permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas… 13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición
Ahora, si de verdad
hemos muerto en Cristo, somos libres de la maldición de la ley, pero no para
andar el resto de nuestra vida en libertinaje, sino para estar confinados a la
autoridad de Cristo, a una nueva jurisdicción, un nuevo régimen, una vida nueva
que genera frutos de santidad para vida eterna.
Gálatas 5:1
Estén, por lo tanto, firmes en la libertad «con que» Cristo nos hizo libres, y no estén otra
vez sujetos al yugo de esclavitud.
5 Porque mientras
estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en
nuestros miembros llevando fruto para muerte. 6 Pero ahora estamos
libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el
régimen nuevo del Espíritu y no bajo el
régimen viejo de la letra.
Mientras estábamos
bajo la maldición de la ley estábamos en la carne, en la naturaleza pecadora y
desobediente que heredamos de Adán, y esta naturaleza nos dominaba, de modo que
todo nuestra área de operación era puramente carnal, jamás se hallaría algo
espiritual en nosotros porque éramos carnales, todos nuestros pensamientos
estaban corrompidos, no había cosas buenas allí sino solo pasiones pecaminosas
que abrumaban nuestra mente, y toda esta naturaleza desobediente encontraba su
mayor expresión mediante lo prohibido (Pr 9:17),
vale decir, a mayor restricción mayor rebeldía, y a mayor rebeldía mayor
maldición sobre nosotros, para recibir finalmente una muerte eterna para con
Dios.
Pero libertados de
la maldición y condenación de la ley, por haber muerto en Cristo quién
satisfizo las demandas de la ley al morir en nuestra cuenta, tal como se
expresaba en el verso 4, la ley ya no
tiene jurisdicción (autoridad) sobre nosotros,
ya no puede acusarnos ni condenarnos, Dios por medio de la sangre de su Hijo
Cristo hizo propiciación por nuestros pecados y nos liberto de la condenación
de la ley, pero a fin de hacernos servidores de la justicia, y aquí la palabra “sirvamos” deriva de la palabra siervo, lo cual nos pone en el deber de obedecer,
hacer justicia, cumplir lo bueno, no solo se trata de conocer lo que es bueno
sino de hacerlo, a eso se refiere la expresión de Ro
6:18 “siervos de la justicia”
De este pasaje, y
más precisamente del verso 6, surge lo que es el centro de esta meditación; la
distinción entre el “Régimen de la Letra”
y el “Régimen del Espíritu”, la
palabra “Régimen” se refiere a
gobierno, autoridad, jurisdicción, dicho de otro modo, si estamos en el régimen
del Espíritu significa que somos gobernados por su Espíritu, de lo contrario
aún estamos en el régimen de la letra (que
sería seguir en la carne), y a fin de hacer notables las diferencias entre
un régimen y otro, Pablo, el resto de este capítulo, va a exponer como obraba el
régimen de la letra en el hombre mostrando
sus frustrantes y catastróficos resultados, para contrastarlo con el régimen del Espíritu el cual empieza a detallar
a partir del capítulo 8, mostrando su eficacia y poder regenerador.
7 ¿Qué diremos,
pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley porque tampoco
conociera la codicia (concupiscencia), si la ley no dijera: No codiciarás. 8 Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí
toda codicia (concupiscencia), porque sin la ley el
pecado está muerto. 9 Y yo sin la ley vivía en un tiempo, pero venido el
mandamiento, el pecado revivió y yo morí. 10 Y hallé que el mismo mandamiento
«que era» para vida, a mí me resultó para
muerte 11 porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me
engañó, y por él me mató.
El conflicto que se
genera detrás de este pasaje (desde el 7
al 25) es su polémica interpretación, porque no se ponen de acuerdo si es
que Pablo está hablando del estado del hombre judío sin Cristo, el cual debía
esforzarse por agradar a Dios bajo sus propios méritos, pero vivía frustrado
por el pecado que se encargaba de estropearlo todo, o está hablando del judío convertido
a Cristo (o cualquier creyente) que aún
tiene que lidiar con el pecado que mora en su carne y no lo puede dominar.
Sin embargo, lo que
pasan por alto es que Pablo está respondiendo a la pregunta del verso 7; —¿es la ley o el régimen
de la ley pecado? — ¡No! y para explicarlo en mayor profundidad se
va a explayar en todos los versículos subsiguientes hasta el final del
capítulo, vale decir, que todo el resto del capítulo (del 7 al 25) se trata de mostrar cómo operaba el régimen de la letra en un hombre que aún
está sin Cristo, y por ende se ve frustrado por el pecado que lo gobierna y no
puede vencer. El verso 9 dice
claramente; —pero venido el mandamiento (el régimen de la letra a mi vida) el pecado revivió y yo morí— y tal expresión nos
muestra que toda esta descripción se trata de un hombre que aún está operando
bajo el régimen de la letra y sin Cristo. Y a fin de explicar tal experiencia Pablo
va a hablar en primera persona, pero no con la intención de contar su
testimonio personal, sino con el objetivo de personificar al hombre judío y responder
así a todas sus objeciones.
Una objeción más a
tratar, es que hasta aquí, los argumentos habían mostrado que la ley no puede
salvar, no puede santificar, y no pueden condenar a los que están en Cristo,
frente a tales declaraciones cualquier judío podría pensar que la ley dada por
Dios al final fue algo dañino para el hombre, algo que les fue dado para
causarles mal, pero de ningún modo fue así, la ley fue simplemente el estándar
de Dios revelado a los hombres para que vivan en santidad, era la regla perfecta
donde todo hombre debía medirse, sin embargo, conocer los estándares de Dios,
en vez de acercar al hombre a la santidad lo termino alejando aún más de Dios,
no porque la ley sea mala, sino porque los estándares de Dios eran contrarios a
la cultura pecadora del hombre, y la ley no tenía poder en sí para regenerar al
hombre y apartarlo del pecado, la ley de Dios no controlaba el pecado del
hombre, tampoco lo incitaba a pecar, solo señalaba el pecado y ponía en
evidencia la maldad que había en los hombres, un ejemplo ilustrativo podría ser el siguiente: el mandamiento (restricción, ordenanza) en la jaula de
un león dice; —no se arrimen a los barrotes de la jaula, es sumamente peligroso—
pero el que imprudentemente se acerca para acariciar o tocar al león termina
muerto en sus garras.
La ley no era mala,
era una restricción para vida, porque también era una verdad absoluta que el
cumplimiento perfecto de la ley otorgaría vida, santidad y felicidad, pero ningún
hombre aparte de Cristo pudo alcanzar los beneficios de la ley.
El pecado le hizo
creer al hombre que no respetar las restricciones de Dios no le causaría ningún
daño, pero terminó muerto espiritualmente, le hizo creer que un poco de
cercanía a la jaula no sería peligroso, pero terminaron despedazados por el
león. Fueron engañados del mismo modo que la serpiente engañó a Eva en el Edén
diciéndole; —¿con que Dios os ha dicho que
no hagan esto? …No morirán… — pero terminaron bien muertos, de igual modo, el
pecado engañó al hombre y lo mato.
Entonces, la ley no
era pecado, era el instrumento que trajo convicción de pecado a todo hombre.
Pablo mismo dice, no tome conciencia de mi pecado y perversión sino hasta que
el mandamiento vino a mi vida, entonces entendí que estaba muerto
espiritualmente.
12 De modo que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento
santo, justo y bueno. 13 ¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera,
sino que el pecado, para mostrarse pecado,
produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser
sobremanera pecaminoso. 14 Porque
sabemos que la ley es espiritual
mas yo soy carnal, vendido al pecado. 15 Porque lo que hago, no lo entiendo,
pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.
La conclusión
entonces es que el mandamiento no es malo, el mandamiento no es el problema, porque
el mandamiento busca nuestro bien, tal como ilustrábamos en el ejemplo de la
jaula del león, el problema es la desobediencia innata del hombre. La
introducción de la ley no origino el pecado, sino que lo exhibió en toda su más
fea pecaminosidad, porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado (Ro 3:20), la ley tampoco produjo
muerte, sino que la muerte es la consecuencia que sigue al engaño del pecado.
El trabajo de la ley fue exhibir el estándar divino de Dios, el trabajo del
pecado fue esforzarse por mostrar la pecaminosidad del hombre por medio de la ley
alejándolo de Dios.
Y el punto es, tal
como ya hemos mencionado antes, que la ley no tiene poder para regenerar al
hombre pecador, porque no controla el pecado en el hombre, es solo el
termómetro que marca cuan infestado y afiebrado está el hombre por causa del pecado,
pero la ley no es la medicina, porque operaba por fuera del hombre, y la
contaminación del pecado yace en el interior del hombre. Vale decir, por más
espiritual que sea el estándar de Dios entregado a los hombres, de todos modos,
no surte ningún efecto, porque el hombre carnal está totalmente privado del
deseo y atracción natural hacia Dios.
Dicho de otro modo,
por más que entienda las demandas de la ley con mi mente, estas solo llegan a
operar en mi conciencia, porque mis miembros no obedecen a la ley santa de
Dios, sino a la ley del pecado, como esclavos sometidos al cruel yugo de un perverso
amo, y por esta razón termino haciendo lo que no debo hacer, lo que mi mente
aborrece.
16 Y si lo que no
quiero, esto hago, apruebo que la ley es
buena. 17 De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. 18 Y yo sé que en
mí, esto es, en mi carne, no mora
el bien porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago
el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. 20 Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago
yo, sino el pecado que mora en mí. 21 Así que, queriendo yo hacer el bien,
hallo esta ley: que el mal está en
mí.
El conocimiento de
la ley, o el régimen de la letra, le permitió discernir al hombre que su
naturaleza carnal está vendida al pecado, le pertenece al pecado, es su dueño, y
por ende la ley del pecado opera en la carne sometiéndola más allá del
razonamiento, lo que genera una división entre mi conciencia y mis miembros rebeldes.
Con mi mente comprendo que la ley de Dios es buena, porque sus demandas son
para vida eterna, quiero agradar a Dios, deseo hacer el bien, y anhelo que mis
miembros me obedezcan y vayan en pos de Dios, pero en mi naturaleza carnal ya
vive el pecado, mora allí, está ligado a mis miembros, y por esta razón se
rebelan contra mi mente y me llevan cautivo a cometer el pecado que aborrezco,
aquello que sé que me aleja de Dios, y finalmente termino sumido en frustración.
Ese era el mal sabor que finalmente dejaba vivir en el régimen de la letra, no
había gozo ni satisfacción en el corazón de los hombres piadosos, sino desazón
y amargura interna, probablemente podían mostrarse santos por fuera, pero por
dentro estaban destrozados.
22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de
Dios 23 pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley
de mi mente, y que me lleva cautivo a la
ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable de
mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 Gracias doy a
Dios, por Jesús, el Cristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a
la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado.
El alcance del
régimen de la letra solo abarcaba la mente del hombre, pero no operaba en su
naturaleza carnal, por esta razón todo judío, en lo que a su mente y
entendimiento se refería, se deleitaba en razonar y comprender la ley de Dios, de
verdad la apreciaban, el salmista no miente cuando exclama; Salmo 119:97 ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi
meditación… Salmo 19:7 La ley de
Jehová es perfecta, que convierte el alma El testimonio de Jehová es fiel, que
hace sabio al sencillo. 8 Los
mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón El precepto de Jehová
es puro, que alumbra los ojos. 9 El
temor de Jehová es limpio, que permanece para siempre Los juicios de Jehová son
verdad, todos justos. 10 Deseables
son más que el oro, y más que mucho oro afinado Y dulces más que miel, y que la
que destila del panal… pero finalmente tal deleite no hallaba cabida en
sus miembros, no se trasmitía a ellos, porque la ley del pecado operaba en la
carne y la llevaba cautiva hacia el pecado, del mismo modo que un esclavo es
llevado encadenado a hacer trabajos forzosos, así el pecado doblegaba la carne
para consumar el pecado que tanto aborrezco… —¡Miserable
de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¿Quién cortara las amarras
que gobiernan mis miembros? ¿Quién romperá esas ligaduras de muerte? — que clamor tan profundo y desgarrador,
cuántos de nosotros, por no decir todos, hemos clamados así más de una vez delante
del Señor, y es allí donde nos damos cuenta que no podemos solos, sino que
necesitamos de un Salvador, y este es el otro punto que nos muestra que Pablo
está hablando aun de una persona no regenerada, de una persona que aún no ha
degustado la salvación de Cristo por medio de su gracia, de hecho, vivir
conforme al régimen de la letra concluía
en que nunca alcanzarían libertad del pecado y satisfacción en su corazón. Con
la mente servían a Dios, pero con la carne al pecado, y el resultado final era
una profunda y amarga frustración que los llevaba a clamar por un Salvador, y
entonces Pablo expresa; Gracias a Dios por Jesús el
Cristo, porque por medio de Él se alcanzó a todos los hombres la regeneración
por medio de su Espíritu Santo, cosa que la ley no proveía, de modo que ahora,
todo aquello que gobernaba mi carne a quedado desplazado por un nuevo gobierno;
EL RÉGIMEN DEL ESPÍRITU SANTO…
Romanos 8:1
Ahora, por lo tanto, ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús, los
que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. 2 Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado
de la ley del pecado y de la muerte. 3 Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil
por la carne, Dios, enviando a su Hijo en
semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne 4 para que la justicia de la ley se cumpliese en
nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu… 9 Mas ustedes no viven según la
carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en ustedes. Y
si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. 10 Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo en verdad está muerto
a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la justicia. 11 Y si el Espíritu de aquel que
levantó de los muertos a Jesús mora en ustedes, el que levantó de los muertos a
Cristo Jesús vivificará también sus [de ustedes] cuerpos mortales por su
Espíritu que mora en ustedes.
Por medio del Espíritu
somos librados de esa rebelión que operaba en nuestros miembros y nos llevaba cautivos
a la ley del pecado, porque lo que la ley no pudo lograr porque éramos débiles,
Dios lo hizo posible por medio de su Espíritu Santo en nosotros.
La obra de Cristo
primeramente nos justificó quitando de nosotros toda condenación por causa del
pecado y poniéndola en los lomos de Cristo quien fue nuestro sustituto en la
cruz, y en segundo lugar, también nos provee de un sustituto en nosotros, el
cual es su Espíritu Santo, para hacernos vivir en santidad y libres del pecado
que subyugaba nuestra carne, y esto es lo que se llama regeneración, lo cual es
la vida de Cristo en nosotros para alcanzar la santidad. Dicho de otro modo, Dios
hizo una doble provisión en nosotros, una fue para justificarnos delante de
Dios, y otra es para santificarnos en nuestra vida.
Gálatas 2:20 Con
Cristo «estoy juntamente crucificado,» y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí y
lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me
amó y se entregó a sí mismo por mí.
Conclusión
De ningún modo
negamos que el hombre siga batallando aun en su carne con el pecado, pero
consideramos que no es algo permanente para toda su vida cristiana sino tan
solo un proceso en el tiempo, y que a medida que va creciendo y madurando en el
Señor, va hallando victoria sobre cada pecado que doblegaba antes su vida,
porque entiende que en Cristo tiene una victoria asegurada para él por medio de
andar en el Espíritu Santo.
La paz del Señor Jesús el Cristo. –
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