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MENSAJE
DOMINGO 20/08/2017
Por el Hno. Gabriel. -
Introducción
Continuando con este
resumido estudio de las cartas de Pablo a la Iglesia de Corintios, analizaremos
en esta ocasión los capítulos 11 y 12 de la segunda carta, considerando como
siempre el contexto en el cual se escribió esta carta y a su vez la aplicación
práctica para la Iglesia de hoy.
Contexto
El capítulo 11 y 12 continúan
un tema específico que Pablo ha comenzado a tratar a partir del capítulo 10 (expuesto en la meditación anterior por
nuestro hermano Santiago), en donde se exhibe que los falsos apóstoles y
maestros introducidos en la Iglesia de Corinto, se gloriaban a sí mismos como
verdaderos según ciertas reglas que habían impuesto como parámetros, la cual
afirmaban que Pablo no cumplía y de ahí el argumento de que Pablo no era un
apóstol verdadero.
Abordando este tema
Pablo concluye el capítulo 10 mostrando que una de las virtudes de un verdadero
siervo de Dios es que no se alaban a sí mismo, sino que se glorían en Dios,
porque alabarse a sí mismo, o gloriarse en sí mismo, es algo insensato, algo
tonto, inmaduro, y no es aprobado por Dios, y esto es lo que hacían casualmente
estos falsos apóstoles y maestros introducidos en la Iglesia de Corinto, ellos
se alababan a sí mismo, se exaltaban a sí mismo de acuerdo a sus propias reglas
y se imponían arbitrariamente en la Iglesia, y lo lamentable de todo esto es
que los corintios se lo permitían, lo cual de alguna manera indignaba a Pablo y
lo movía a sentir celo por ellos, y era razonable; él había sido el instrumento
en manos de Dios para fundar la Iglesia en aquel lugar, había padecido por
causa de ellos, y ahora estos falsos y cómodos maestros se imponían y
apropiaban del trabajo de Pablo y encima decían que Pablo era un falso.