PÁGINAS DE INTERÉS

UNA ANALOGÍA DEL PLAN DE SALVACIÓN



UNA ANALOGÍA DEL PLAN DE SALVACIÓN

Efesios 1
13 En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, 14 que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.

Pablo por el Espíritu Santo hace una analogía entre el matrimonio y la Iglesia aduciendo un misterio (Ef 5:21-33).

Puede que esto sea más fácil de comprender para los que están casados y aún para aquellos que están de novios o comprometidos al matrimonio.

Una relación siempre comienza con el interés y amor de una de las personas, por lo general del hombre hacia la mujer. Es en definitiva el hombre quien se enamora primero y hace lo necesario para llamar la atención de la mujer y cortejarla y así producir el interés y amor en la mujer. El Señor Jesucristo hizo exactamente lo mismo por cada uno de nosotros, Él nos amó primero (1 Jn 4:19), nosotros ni le conocíamos y no teníamos interés en Él y Él nos escogió entre muchos y nos llamó y nos dio muestra de su amor poniendo su Vida por nosotros (Ro 5:8).


En la antigüedad si un hombre se quería casar con una determinada mujer, debía primeramente pedir su mano al padre de la mujer y pagar una dote, un ejemplo de ello es la historia de Jacob (Gn 29:18). De la misma manera Dios pagó un alto precio por nosotros. Nosotros éramos del diablo y el Señor Jesucristo nos compró para Él (Ef 2:1-2; Jn 8:44). Este conocimiento debe ser muy importante en nuestra Vida.

Una vez que la pareja está afianzada, viene el compromiso, el compromiso es un preanuncio de la boda, actualmente se sigue poniendo en la mujer un “anillo de compromiso”, tal anillo da garantía de que el matrimonio es un hecho concreto. En las Escrituras podemos ver analógicamente que tal anillo de compromiso en nosotros es el Espíritu Santo, no es de sorprender que el término usado como “garantía” es “arras” que proviene del griego arrabwn “arrabon” y es raíz del término “arrabano” que significa “anillo de compromiso”. Claramente la novia no debía pagar nada, la novia recibe el anillo “por gracia”, como “sello” de pertenencia. Lo que queremos expresar con esto es que la “Gracia” es el Espíritu de Cristo, es decir el Espíritu Santo esa es la gracia y nuestro sello (Ef 1:13) de que somos de Él.

Obviamente como creyentes de Cristo Jesús semejante analogía nos hace sentir plenamente seguro y en muchos casos como “novia” hacemos planes y vivimos como si ya estuviéramos casados y pensamos que el matrimonio es irrevocable, y a la verdad por parte del Novio es irrevocable, sin embargo si la novia teniendo el “anillo de compromiso” fornica, automáticamente queda nulo el compromiso y obviamente nula la boda, y no solo eso sino que la sentencia para la novia es una muerte horrible (apedreada hasta morir), tal era el caso en el que se encontraba María frente a su compromiso con José (Mt 1:18-19).

He meditado en esto porque he visto a muchos cristianos de hoy en día preguntar “¿Se pierde la Salvación?”.

Si consideramos la Salvación como las promesas (resurrección, cuerpo glorificado, corona, galardones) según las Escrituras es más evidente que no la tenemos, solo tenemos la garantía por parte del Señor Jesús de que si perseveramos (estado presente) seremos (a futuro) “salvos” (Mt 10:22; 24:13; Mr 13:13; Jn 10:9).

Mateo 10
22Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.

Y si consideramos los verbos en estado presente “sois” veremos que siempre está condicionada “si retenéis”  (1 Co 15:2)

1 Pedro 1
3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, 5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.

Una analogía adicional paralela para comprender esto puede hacerse si nos situamos en un naufragio en el mar en el pleno de una gran tormenta. Considera por un minuto la escena; Estamos ahogados, de repente viene el Señor Jesucristo, entre todos nos escoge y lo primero que hace es una maniobra de resucitación, vuelves a vivir, despiertas, ves tu condición y la tormenta, el Señor entonces te pone un “salvavidas” (la fe y su Espíritu) te dice “sujétate fuerte, no te duermas y no te sueltes” porque el “salvavidas” está ligada a una soga y a un barco que ves a lo lejos y que te arrastra lentamente en el medio de la atribulada tormenta y en medio de tiburones.
Si te aferras “llegarás” al barco y te asistirán y te darán descanso, pero si te sueltas los tiburones te están esperando.  

Entonces, podemos expresar que ahora, aquí en la tierra Cristo nos dio la fe para que por la fe creamos en Él y por ende hemos nacido y recibido su Espíritu (Jn 3:1-9), es decir que aquí en la tierra los hijos de Dios están “vivos” (Col 2:13), antes estaban muertos (separado de Dios, incomunicado) y perdidos pero ahora están siendo rescatados, pero el rescate tiene un proceso.

Nuestra condición actual es estar “sostenido en la esperanza” (Ti 1:2), estamos sostenido en la esperanza de recibir lo que esperamos y es por eso mismo que tenemos la fe, para que creamos que hemos de recibir las promesas del Padre (Ro 8:24), si fuéramos salvos inmediatamente, no haría falta la fe, ni creer, porque seríamos revestidos con todas las promesas inmediatamente. Pero eso no es así. Por ahora tenemos el conocimiento de la Salvación y debemos mantenernos firmes en la fe y sin movernos de la esperanza del evangelio que hemos oído, porque si nos apartamos de la fe, no seremos salvo (Col 1:21-23).

Lo que realmente uno debe preguntarse es: “¿Se pierde la esperanza?”, al menos esto sería lo más razonable.

No de balde el Espíritu del Señor es claro en la siguiente demanda según las Escrituras

1 Tesalonicenses 4
3pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación;

1 Tesalonicenses 4
7Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación.

Tenemos también que mencionar lo siguiente:

Hebreos 6
4Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. 7Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; 8pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada.

Estás a tiempo.

ARREPIENTETE !!, VUELVE A CRISTO, SIN SANTIDAD NADIE LE VERA (1 Te 3:13; Heb 12:14)