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MENSAJE
DOMINGO 12/08/2018
Por el Hno. Gabriel. -
Introducción
Retomando
nuestro estudio de la carta a los Efesios continuaremos hoy con la segunda
mitad del capítulo 5 (Ef. 5:21-33),
en donde el apóstol Pablo da claras instrucciones respecto del orden funcional
del matrimonio como consecuencia de una correcta sumisión a Cristo.
Contexto
Tal
como se expresó en la última meditación, a lo largo de este capítulo Pablo está
exponiendo de manera practica un código de conducta
para el cristiano, en donde la raíz y base del comportamiento radica en imitar
a Dios, reflejar sus virtudes tales como el amor, la misericordia, la justicia
y su bondad, despojándonos de las obras infructuosa de la carne, de todo
tipo de inmoralidad y avaricia las cuales ni siquiera deben nombrarse entre los
cristianos.
Jesús
dijo claramente en Mateo 5:14
“ustedes son
la luz del mundo”, por lo tanto, debemos alumbrar, y alumbrar en el
sentido práctico tiene que ver con nuestro obrar, con nuestro proceder, y no
solo significa apartarse del mal y no participar de malas obras ni malas
conversaciones sino también reprenderlas, o sea, denunciarlas y amonestarlas. Esto nos demuestra que ser luz es una responsabilidad
grande para el cristiano, debemos alumbrar, y por más que la luz les
cause disgusto y molestia a las personas de todos modos el trabajo de ser luz
es revelar y poner en manifiesto las malas obras. Pero, primeramente,
alumbramos con nuestros hechos, con nuestra forma de vida, con nuestra familia,
y luego también con nuestras palabras y con nuestros dichos. Por esta razón
Pablo exhorta al cristiano (versículo
15-16) a andar con diligencia, no como necios, no como personas que
no tienen sabiduría sino como sabios, aprovechando bien el tiempo porque los
días son malos.
Luego
se nos pide también “ser llenos del Espíritu”
y de alguna manera esta expresión es el pie y contexto para la demanda de lo
que se expone en los versículos siguientes hasta la mitad del capítulo 6:
Efesios 5:18b
…antes bien sean llenos del
Espíritu, 19 hablando entre ustedes
con salmos, con himnos y cánticos
espirituales, cantando y alabando al Señor en sus [de ustedes] corazones 20 dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesús,
el Cristo.
Aquí
se nos manda a “Ser llenos del Espíritu
Santo”, y no se refiere a algo milagroso y mágico que descenderá del cielo
como una paloma sobre nosotros, sino se refiere a
la acción por parte del cristiano de
ir a beber del Espíritu y saciar la sed del alma con agua viva, y esto
en el sentido práctico tiene que ver con el incesante trabajo del cristiano de
buscar a Cristo y llenarse de Él. En otras palabras, ser llenos del Espíritu es
consecuencia de una sincera vida devocional de oración, lectura y práctica,
Dios no derramará la plenitud de su Espíritu sobre los ociosos, sino sobre los
que constantemente están buscando y llamando a la puerta del Señor.
1°Corintios 12:13
Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o
griegos, sean esclavos o libres y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.
Ahora,
las evidencias prácticas de estar llenos del Espíritu se vislumbran por medio
de la conducta, tal como Pablo lo expresa; nuestro hablar entre nosotros es con
salmos, con himnos y canticos espirituales, siempre se busca alabar al Señor de
manera constante indistintamente de las circunstancias, y esto hacemos porque tenemos
gratitud por su providencia divina, por todo lo que hizo y por todo lo que aún
sigue haciendo por nosotros.
Ahora,
otro distintivo o señal de estar llenos del Espíritu es;
Efesios 5:21
Sométanse unos a otros en el temor de TM [Cristo].
Entonces,
lo que sigue de estar llenos del Espíritu es la humildad. Este pasaje en
primera instancia nos marca que, en la Iglesia de Cristo, entre los hermanos,
no hay jerarquías, sino que nos sometemos unos a otros funcionalmente en el
temor de Cristo, es porque somos sumisos a Cristo
que podemos sometemos unos a otros para la correcta funcionalidad de la Iglesia.
Filipenses 2:3 Nada
hagan por contienda o por vanagloria antes bien con humildad, estimando cada uno
a los demás como superiores a él mismo (este sería el sentido de sumisión).
Ahora
¿que implica que nos sometamos unos a
otros? bien, aquí el vocablo griego usado es “ipotasso” y tiene que ver con sujeción y obediencia, pero NO en el sentido de que alguien da
órdenes arbitrarias para que otros obedezcan, sino en el sentido de que dentro
de la Iglesia de Cristo no debe existir contrariedades y rebeldías entre los
miembros, sino una buena disposición de colaboración entre unos y otros para
funcionar como Iglesia. Por otro lado, esta sumisión también se demuestra por
medio de la mutua exhortación entre los hermanos con el fin único de
perfeccionarnos:
Colosenses 3:16 La
palabra de Cristo more en abundancia en ustedes, enseñándose y exhortándose unos a otros en toda
sabiduría, cantando con gracia en sus [de
ustedes] corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.
A
partir de los versículos siguientes y hasta el final del capítulo 5 Pablo
muestra cómo opera la sumisión y sujeción, pero en el seno familiar, primeramente,
en el matrimonio como también con los hijos y el entorno social.
La función de las esposas
22 Las casadas estén sujetas a sus propios esposos, como al Señor 23 porque el esposo es cabeza de
la esposa, así como Cristo es cabeza de la
iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. 24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a «sus» esposos en
todo.
En
primera instancia aquí se nos presenta un orden funcional dentro del matrimonio,
si tal orden no existiera el matrimonio sería una especie de anarquía y el
resultado final del mismo sería caótico. Entonces, es un hecho que si el
matrimonio es una entidad debe existir un orden funcional de por medio, y ese
orden lo impone Dios. Es Dios quien determina las funciones puntuales para el
esposo y para la esposa, porque el matrimonio lo diseñó Él. Ahora, ese orden no
es jerárquico sino funcional y servicial. Aquí no se está hablando de quien es más
capaz o quien tiene más intelecto, o quien tiene mayor madurez espiritual, no
se trata de una competencia entre el hombre y la mujer para ver quien es mejor
que el otro, aquí se está presentado el orden que Dios mismo se encargó de
ponerle al matrimonio que él diseñó. No se trata de una cuestión cultural de la
época como algunas mujeres de hoy aluden, de seguro el mundo va a ir cambiando
cada día más, pero la palabra de Dios no cambiará, cielo y tierra pasarán, pero
su palabra no pasara.
1°Corintios 11:3 Pero
quiero que sepan que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la
cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo.
Este
pasaje nos presenta un orden establecido; el hombre cabeza de la mujer, Cristo
la cabeza del hombre y Dios la cabeza de Cristo. Entonces, en el hogar la cabeza es el hombre, y todo el cuerpo familiar
debe tener sujeción a esa cabeza, porque esa es la voluntad de Dios,
pero también se nos aclara que el marido es cabeza de la mujer, pero no según
su propia idea, sino siguiendo el patrón de Cristo como cabeza de la Iglesia,
lo cual implica una gran responsabilidad y entrega servicial. Siempre que la
cabeza del hogar este sometida a Cristo todo funcionará en correcta armonía. Así
como la iglesia está sujeta a Cristo, así también la mujer debe estar sujeta al
marido en todo aquello que se conforma con la voluntad de Dios.
Ahora,
el conflicto que surge hoy en día dentro de los matrimonios cristianos es cuando
la cabeza del hogar no está sometida a Cristo, entonces el dilema de la mujer es
si debe o no someterse o sujetarse a esa cabeza rebelde, pues bien, una cabeza
que no obedece a Dios no puede pretender que se le obedezca, y, por otro lado, no
se esperara que la mujer se someta al marido en todo aquello que comprometa su
lealtad al Señor. En primer término, el sometimiento es al Señor Jesús.
Ahora,
sujeción o sometimiento al hombre no
implica para la mujer inferioridad y
humillación, sino obediencia a Dios y armonía con el hombre. Cuando esto no
se cumple entonces se desata el caos, recuerden que fue un acto de rebeldía lo
que desato el caos mundial del pecado en el huerto de Edén, porque no hubo
sumisión ni sujeción por parte de la mujer.
Por
otro lado, someterse al esposo no se trata solo de obedecer órdenes y renunciar
a su cerebro para convertirse en un robot, tampoco se trataba de que se
convierta en una mujer ociosa y mantenida, sino se trata de asumir la
responsabilidad que implica desarrollar la función de ser esposa, trabajando en
el hogar como ayuda idónea del esposo, tanto en el sentido físico como en el
sentido espiritual, en lo físico siendo una buena administradora del hogar y en
el sentido espiritual manteniendo una vida de oración y lectura idéntica a la
del hombre. Del
mismo modo que para el hombre ser cabeza de la esposa no es un rango jerárquico
sino una responsabilidad funcional y objetiva, así también para la mujer “estar sujeta” a su marido no es una posición de inferioridad y humillación sino una
cuestión funcional determinada por Dios, que hará también que la palabra
de Dios no sea blasfemada (Tit 2:3-5).
1°Pedro
3:1 Asimismo ustedes, mujeres, estad sujetas a sus
maridos; para que también los que no creen a
la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, 2 considerando su conducta casta (no es sensual sino pura) y respetuosa. 3 Su atavío no sea
el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, 4 sino el interno, el del corazón, en el
incorruptible ornato (atavío) de un espíritu
afable (agradable,
dulce)
y
apacible (manso,
agradable), que es de grande estima delante de Dios. 5 Porque así
también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; 6 como Sara
obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotras habéis venido a ser
hijas, si
hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza.
Tres implicaciones
bien marcadas hay en este pasaje que marcan de manera puntual lo que significa
una correcta sujeción de la esposa al esposo:
-
Esperaban
en Dios estando sujetas a sus maridos (1°Pe 3:5):
Y se refiera a que eran
mujeres que confiaban en Dios, o sea, su confianza no estaba puesta de forma
absoluta en su esposo, tampoco en su apariencia física o en su inteligencia,
talento o creatividad, sino en Dios. De este modo, cuando llegaban los valles
difíciles, sus miradas no se enfocaban en los problemas, miserias y obstáculos sino
centraban su atención en Dios que es fiel para sostener a sus hijos tal como lo
prometió en cada valle dificultoso. En otras palabras, la correcta sujeción de
la esposa se demostraba por medio de su sincera confianza en Dios, ya que de
este modo jamás representaba un obstáculo para el marido en medio de los problemas
y aflicciones de cualquier índole, sino que contribuía como verdadera ayuda
idónea para solucionarlo, sin ponerle presión al esposo sino demostrando su
confianza en Dios.
-
Sin
temer ninguna amenaza (1°Pedro 3:6)
Tener la confianza
puesta en Dios dará como resultado una ausencia de temor. Se trata de una mujer que no teme ninguna amenaza, no
tiene ansiedad ni preocupación por lo que ha de venir, sino que tal como lo
menciona el proverbio 31 tales mujeres se ríen de lo porvenir. Tal
postura por parte de la mujer jamás representará un estorbo para el marido,
sino que esa forma de sujeción por medio de la confianza en Dios hará que el
matrimonio prospere. Y visto con ojos más espirituales una mujer cristiana sabe
que tiene que sufrir, sabe que existen esos valles dificultosos y a veces lo
está esperando, pero también sabe que atravesar los valles difíciles siempre
trae aparejado una recompensa.
-
La
hermosura de la mujer sujeta; (1°Pedro 3:4)
Una mujer que ha
entendido la sujeción a Dios no se interesa de manera directa por lo exterior,
no está pensando en cómo vestir su cuerpo ni adornarse con peinados
extravagantes, joyas costosas y vestidos elegantes, sino que pone mayor
atención en lo interior, en el incorruptible adorno del corazón, un espíritu
tierno y sereno que es precioso a los ojos de Dios.
Entonces
¿Cómo es una mujer sujeta en la práctica?
Es aquella clase de mujer que pone su confianza enteramente en Dios y como
resultado de esto vive una vida sin temor ni preocupaciones sino en paz, lo cual
genera un cambio de corazón. Ésta es la clase de mujer sujeta que necesita todo
un esposo cristiano.
La función de los esposos
25 Esposos, amen a
sus [de ustedes] esposas, así como Cristo amó a
la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella,
26 para
santificarla, habiéndola purificado en el
lavamiento del agua por la declaración, 27
a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha
ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin
mancha.
Aquí
se demuestra que ser cabeza conlleva la responsabilidad de amar a las esposas,
pero amar no de acuerdo a nuestro propio concepto sino de acuerdo al modelo de
amor de Cristo hacia su Iglesia. Imitar esta clase de amor hace que ser “cabeza” sea una función servicial no jerárquica,
la función es amar a la esposa objetivamente así como Cristo amó a la Iglesia
con el fin de hacer de ella una esposa perfecta, santa, sin mancha y gloriosa,
del mismo modo la función y responsabilidad de los esposos es amar a sus
esposas con el fin de hacer de ellas mujeres santas y sin manchas. Puesto que el amor divino procura limpiar por completo
al ser amado de toda forma de pecado y maldad, así también el deseo más grande
del esposo cristiano será que su esposa sea conformada a Cristo de manera
perfecta, no pensando en ninguna cosa pecaminosa en la vida de la esposa que
desagrade a Dios porque su objetivo de amar es encaminarla hacia la pureza de
Dios, y esa clase de amor es un amor sacrificial, es un amor
purificador, lo que implica que es un amor de trabajo, es un amor de servicio.
Entonces, al final, ser la cabeza de la mujer es una asunto servicial y no jerárquico,
es la orden de Dios hacia los esposos de funcionar para la perfección de las
esposas.
Entonces, hay que entender que a los maridos no se les manda que
mantengan sujetas a las esposas, sino se les manda que amen a sus esposas, en
otras palabras, el trabajo del marido no es hacer cumplir la función de la
esposa sino cumplir su propia función de amar a la esposa,
del mismo modo no se le manda a la esposa que haga cumplir la función al esposo,
sino que ella cumpla su función de estar sujeta. Cada uno debe cumplir su
propia función.
28 Así también los
esposos deben amar a sus esposas como a sus mismos cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama. 29 Porque nadie
aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y
la cuida, como también «Cristo» a la iglesia,
30 porque somos miembros de su
cuerpo, de su carne y de sus huesos. 31
Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a
su esposa, y los dos serán una sola carne.
32 Grande es este misterio mas yo
digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. 33 Por lo demás, cada uno de ustedes
ame también a su esposa como a sí mismo y la esposa respete a su esposo.
Cada
uno de nosotros como creyentes somos miembros de Cristo, somos parte de su
cuerpo, estamos unidos a Él, lo que implica que Él nos ama como a sí mismo,
cada día se preocupa de vestirnos, alimentarnos, protegernos en todos los
sentidos, tanto físico como espiritual. Del mismo modo, un hombre que ha sido
unido a su mujer y verdaderamente la ama, así como Cristo a su Iglesia, entonces
se está amando así mismo porque es una sola carne con ella, y cuidarla es un instinto
natural de preservación, ama a su esposa como a sí mismo. Este es el verdadero
sentir del matrimonio cristiano.
El
primer matrimonio diseñado por Dios no fue el de Adán y Eva, sino el de Cristo
y su Iglesia, y sobre ese patrón se trazó la unión de Adán y Eva como una sola
carne. Tenemos que saber que cuando se habla de la unión de Cristo y su Iglesia
no se trata de una improvisación departe de Dios, sino que esto fue planeado
desde antes de la fundación del mundo. Las implicaciones de esta unión estaban
ocultas y fueron manifestadas por medio de Cristo en su unión con la Iglesia, a
esto se refiere Pablo cuando escribe; “Grande es este misterio más yo digo esto respecto de
Cristo y de la iglesia” porque las implicaciones de ese modelo de
unión son muy abarcativas, incluso desde el concepto de la palabra “unión”, porque ésta palabra se trata de
pegado, cuando dice; “Por esto dejará
el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una
sola carne”, se refiere a “pegar”
como si fueran unidos con pegamento, y quiero que por un momento se imagine
pegado con pegamento a su esposa, o como si fueran siameses, de este modo tendrán
una imagen gráfica de lo que es ser una sola carne con su esposa, porque la
cuidará como a usted mismo, buscará que esté limpia, vestida, alimentada,
protegida en fin.
Entonces,
a Cristo ser cabeza de la Iglesia le represento el trabajo de sustentarla y
cuidarla como su cuerpo. En
virtud de esto podemos decir que al esposo ser cabeza de la esposa le
representa el trabajo de brindarle protección y provisión tanto física como espiritual,
o sea, ser cabeza no se trata de sentarse y dar órdenes a la esposa, sino que se
trata de un arduo trabajo de velar por ella y trabajar por ella, eso es ser
cabeza de acuerdo al modelo de Cristo, eso es amar a la esposa…
Por
un lado, tenemos que proveer la comida y demás necesidades físicas
todos los días, y eso es una obligación que muchos mundanos llevan a cabo sin
ningún problema, pero por otro lado tenemos también el trabajo de la provisión
espiritual, lo cual no es tan fácil como lo primero, porque para
brindarle a la esposa provisión espiritual el marido debe conocer esa comida
espiritual, lo que implica el trabajo de buscar y conocer a Dios. Provisión
espiritual en la práctica esto tiene que ver con cultos familiares, con tiempos
de oración, devocionales y lectura en familia como una disciplina de todos los
días. Así como la provisión material es algo de todos los días, así también la
provisión espiritual debe ser algo de todos días.
Pero
no terminan allí las funciones del esposo, sino que aparte de la provisión
física y espiritual, ser cabeza de la esposa, también tiene que ver con la protección
física y espiritual de la esposa, lo que implica que el esposo debe
asumir la responsabilidad de cuidar la integridad física de la esposa como
también la integridad espiritual de ella. La protección física
implica enfrentar todo tipo de peligro a fin de salvaguardar su
integridad física, y por más que mi esposa sepa artes marciales, al momento de
cualquier amenaza debo ser yo primeramente quien enfrente el peligro por más
que ella pueda dominar la situación mejor que yo. Pero la protección espiritual obliga al marido a estar comprometido con la
oración diaria por su esposa a fin de que no sea confundida o engañada espiritualmente,
ni tampoco hacer nada que la confunda, sino trabajar para la santidad de su
esposa a fin de presentársela a sí mismo como una esposa perfecta sin mancha ni
arruga.
Resumiendo, solo puedes decir que eres cabeza de tu esposa si
cumples esta función tal como Cristo lo hizo por su Iglesia. Por otro lado, la
esposa respete al marido, y la mejor forma de respeto es que funcione en la
posición servicial que Dios les ha concedido
El
hecho de que muchos matrimonios cristianos fracasen se debe a una cuestión
funcional, en donde cada uno de los cónyuges se resiste a ocupar el lugar
funcional que le fue ordenado. El esposo sea el sostén de la familia y la
esposa una buena administradora del hogar. Un matrimonio fundamentado en ideas
que no son bíblicas son un blanco fácil para Satanás, pero un matrimonio
centrado en Dios jamás será destruido, y lo que Dios unió será indisoluble, nadie
podrá separarlo. Tristemente la tasa de divorcios dentro del cristianismo ha
crecido exponencialmente estas últimas décadas.
Conclusión
En
resumen, este pasaje de Efesios nos enseña que el matrimonio cristiano es el
diseño perfecto de una iglesia en miniatura, en donde el trabajo del matrimonio
es reflejar claramente por medio del esposo “el
amor de Cristo por su iglesia” y por medio de la esposa “la sujeción de la Iglesia a su Cristo”.
La mejor predicación de un matrimonio cristiano siempre será su correcta
funcionalidad, porque por medio de ella se exhibirá el amor de Cristo por su
Iglesia de forma práctica. De lo contrario, si nuestro matrimonio no refleja el
amor de Cristo y su Iglesia entonces no seremos útiles en la Iglesia, porque si
no reflejamos a Cristo en el hogar entonces no servirá tampoco en la Iglesia. Pablo
le escribe a Timoteo que aquellos que no pueden gobernar su propio hogar (y gobierno tiene que ver con funcionalidad)
no pueden ejercer un servicio en la Iglesia.
Por
otro lado, este pasaje de Efesios nos habla también de amor incondicional, de
amar tal como Cristo ama a su Iglesia. No un amor basado en sentimientos ni en
intereses personales, sino un amor sacrificial que busca el beneficio del ser
amado. Si el amor de Cristo estaría basado en el sentimiento Él ya se habría
separado de nosotros hace tiempo, sin embargo, hay una excelencia en su amor
que es que nos ama incondicionalmente, y si perseveramos en su amor nada nos
separará de Él amor:
Romanos
8:35 ¿Quién nos
separará del amor de Cristo?
¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o
espada?
Del
mismo modo debe haber amor incondicional en el matrimonio, tanto por parte del
esposo como por parte de la esposa, amar a nuestro conyugue en primer término
por nuestra fidelidad al mandato de Dios, y en segundo lugar porque buscar
desinteresadamente contribuir al bienestar del otro, principalmente en el
sentido espiritual. Amar es un trabajo, y volviendo al principio diremos que amar
de manera correcta es el resultado de una vida llena del Espíritu Santo.
La paz del Señor Jesús el Cristo. –
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